Me ganan las lágrimas, de una u otra forma. Acumulo el sentimiento y lloro por ellos, por él, por lo vivido y lo que está por vivir. Por los vivos y por los muertos. Por aquellas malas decisiones y por las buenas.
Lloro porque me alejé de los alcohólicos y la autodestrucción, también por escoger la estabilidad y la paciencia. Grito por lo que pasa afuera y todo lo que tengo enredado dentro.
A veces, por las mañanas, se despiertan mis ganas de llorar porque pienso en el futuro y veo un abismo, también lloro por el presente que me parece risible y preocupante. Lloro por los desafíos y los malos chistes.
Lloro por todo y por nada. Por el mundo, mi ciudad, mi vida. Por él, por ella, por todos. Por los traumas y las heridas. Por los amigos que están y los que se fueron. Por los vivos y los muertos. Por el día, por la tarde, por la noche.
Lloro por llorar, llorar porque sí. Llorar porque puedo. Lloro por mí y por lo que quiero…
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