sábado, 25 de enero de 2014

Detén el tiempo

"Amarte a la antigua, entregarte mi vida, llenarte de rosas, escribirte poesía…", por primera vez, después de casi cinco años volvía a escuchar esa canción de Pedro Fernández y me sigue pareciendo imposible disociarla del amargo recuerdo: la muerte de Axel. 
Hace poco más de cinco años a Axel, un niño de cinco años le detectaron hidrocéfalea, después de un par de meses y estudios más, este angelito (así lo describe su familia) falleció en enero. Dejó este plano y paró el tiempo. 
Su mamá destrozada le lloraba y le hablaba a la tumba de su hijo, todos le lloraron. Todos le cantaron. Todos entonaron el disco de Pedro Fernández pues Axel cantaba y disfrutaba de este artista y principalmente de este disco. 
Durante semanas, cada día, lo escuchaba desde la casa de enfrente, su mamá cantándole para que le llegara al cielo. 
Así se detiene el tiempo cuando uno muere, se detuvo a sus cinco años, en el disco de Pedrito, en Amarte a la antigua, en las sonrisas y los recuerdos. El tiempo no avanza e incluso no avanza igual para los que nos quedamos porque también recurrimos a esas vivencias y nos paramos en el tiempo para volver a vivirlos. La muerte cambia nuestro tiempo y el tiempo del entorno. 
Sin duda, no se llevan; pero fuera de eso tienen más relación de la que uno piensa. 

jueves, 23 de enero de 2014

Él

La vida me sorprendió con él. Un día sin que yo me lo esperará (y sin que yo lo supiera) llegó a mi vida. Apareció en las pláticas, en las conversaciones; comenzamos a conocernos, a interesarnos por el otro; después a salir.
Salimos y platicamos. Reímos. Me di cuenta que su cabello me gustaba, su sonrisa, su conversación, la forma en que me hacía reír y sonreír. Después noté mis sonrojos, mi nerviosismo. No sentí, ni siento, mariposas en el estómago, siento emoción y se refleja en mis ojos y mi sonrisa.
Él apareció en mi vida, en mis días, en mis letras, en mis sonrisas. Está en mi pensamiento y cada que lo recuerdo me sonrío y le doy una mejor cara al mundo. Siento su apoyo, su calor. Disfruto su compañía y sus abrazos. Me toma de la mano. Me pone nerviosa y me sonroja. Él lo disfruta y yo, por qué no, también.
Me gusta que nos hemos llegado a entender y que no es difícil la comunicación con él.
Él fluye sin presión y me deja fluir sin presiones. Estamos en el entendido de ver qué pasa; pero me gusta que haya sido él, precisamente él, quien haya llegado a mi vida en un momento donde yo quería vivir la oscuridad, la soledad y llegó.
Llegó Superman al lado de Luisa Lane. Y su súper poder es hacerme feliz. Eso me basta.

jueves, 16 de enero de 2014

Invasión

Hoy me molesté porque un hombre, el jefe, me picó la costilla y es que algo tan simple como lo que puede hacer cualquier otro amigo o mi pretendiente, mi novio, mi amante; me resultara molesto y agresivo.
Es sumamente incómodo para una mujer que venga cualquier tipo, sea quien sea, a que nos agarre las carnes sin autorización alguna, porque él no es mi amigo, no es mi hermano, mucho menos mi primo ni mi compa, es alguien a quien jamás le he dado entrada alguna como para que se tome esas atribuciones e invada mi espacio personal. 
Creo que como chicas ya tenemos suficiente acoso de cabrones desconocidos en la calle, en el metro, en el camión como para que también tengamos que soportar a un cincuentón raboverde en el trabajo, o en la casa (en el peor de los casos). 
Y no, no es la primera vez que lo hace ni tampoco a la única que sabrosea. 
Hace poco, en mi viaje a Mérida, mientras yo estaba bailando con un colega, estando yo de espalda, llegó y me tomó de la cintura… por instinto subí la guardia y lo encaré. Él tenía una puta risa burlona, me cagó. Sin embargo, ya no me había molestado hasta hoy. 
En el trabajo, a mi compañera de al lado, no le quita el ojo y luego va a saludar nomas porque le nace; pero se queda ahí agarrándole a uno el cuello, los hombros… es bien pinche incómodo. Yo, por mi parte, cuando veo sus intenciones de saludo huyo al baño o a la cocina: el punto es huir. Evitarlo. 
Sí que te agarren sin permiso encabrona, hiere, enoja, lastima. Porque yo sé quién tiene la autorización de tocarme, besarme, abrazarme, picarme las costillas, hacerme cosquillas, darme un masaje en los hombros o agarrarme de la cintura. Una sabe a quién le entrega el cuerpo, con quién sí o no coger, con quién sí o no besarte, quién sí o quién no te da "confianza" para mostrarte desnuda. Quién sí o quién no te saca a bailar y quién sí y quién no te invade tu espacio personal y estoy muy segura que este hombre pertenece a cada "No" porque me insulta, me lastima, me enoja, me jode, me humilla, me vulnera con su trato. Por eso, porque él es una invasión a mi día, por eso.