jueves, 29 de junio de 2017

Vivir con endometriosis y dolor (mucho dolor)

Hace poco más de un año, publiqué que tengo endometriosis (clic aquí), la cual es una enfermedad "silenciosa" (y lo pongo entre comillas, ahorita explico por qué), desconocida, ya que aún no se sabe qué es lo que la detona aunque se tienen diversas teorías, como la menstruación retrógrada, problemas hormonales, alimentación o predisposición genética, pero la ciencia no lo determina y por obvias razones no hay un tratamiento ni sabemos si se puede prevenir.

No es "silenciosa" porque el dolor hace que la notemos, pero la normalizamos porque nos enseñaron que sí, efectivamente, debía doler. Sin embargo, esta enfermedad no es fácilmente detectable, y una vez detectada se puede frenar su avance. 



La tengo y creo que siempre la tuve sólo que en menor medida. El dolor con los años ha aumentado, cada vez mi cuerpo sufría más y más dolor. Cuando creí que ese era el dolor más fuerte que mi cuerpo podría soportar, no... al poco tiempo, me hacía superar el umbral de dolor e incrementarlo. 

En los últimos tres años, mi vida se ha visto afectada por esta enfermedad o condición que afortunadamente (y dentro de lo que cabe) no ha afectado áreas que seguro harían menos soportable el vivir con dolor, por ejemplo: hay mujeres que viven con dolor todo el mes, dolor intenso, de ese que paraliza y te hace sudar; otras sufren sangrados intensos de 7 a 10 días, lo que muchas veces les produce anemia. 

Pero en mi caso sólo ha sido dolor. 

El dolor. 

Vaya, esto tomó una nueva visión, perspectiva y definición para mí. 

Como dije antes, el dolor ha aumentado con el paso de los años, pasé de cólicos "normales" (ningún cólico es normal), esos que con un naproxen o paracetamol se quitaban, ésos que sólo sufría los dos primeros días; luego vinieron los dolores de tres días, de una intensidad 5/10 y luego pasaron a seis... a siete... a diez. 

Vivir con dolor ha sido terrible. 125 días al año he vivido con dolor. ¡125 días! Eso es una tercera parte del año, en la cual he tenido que cancelar eventos con mis amigos, o irme más temprano de una fiesta porque me empecé a sentir mal. Días en que no quiero salir porque me deprimo y sólo quiero dormir. Días en que debo ir a trabajar cuando estoy excesivamente cansada, porque el dolor excesivo cansa. Días en que no puedo dormir bien porque me duele la espalda, las piernas, la cabeza, me da insomnio o tengo náuseas. Días en que tengo que poner la mejor cara y sonreír cuando perfectamente siento cómo se desprende mi endometrio, cual velcro, de mis paredes uterinas. ¿Se han quitado una cinta canela de los vellitos del brazo? Bueno, eso se siente, pero por dentro y más doloroso. 

Siento claramente cómo me inflamo, cómo se me infla todo y empiezo a sentirme incómoda. A veces sólo busco una posición "extraña" donde no me duela y lo que menos quiero es levantarme de la cama, de la silla, del sillón... no tengo cara para ver al mundo ni siquiera de verme a mí misma. 

Ni siquiera tengo ánimos para darme ánimos, a mí misma. Mí misma: hoy no estoy para ti. Ni para nadie. Me doy la espalda porque no puedo. No puedo, no quiero, no se me da la gana. No me da la vida. 



Cada que me da una punzada, tengo ganas de golpear algo: la pared, la mesa, un tabique... porque sería la única forma de sacar el coraje que me da no poder sentirme bien. A veces pienso que tal vez, y sólo tal vez, disfrazaría un dolor más intenso con otro aún peor; pero no. Sé que eso no cambiaría las cosas. 

Vivir con endometriosis es una maldita montaña rusa, donde no sabes si este será un mes mejor. Donde tal vez sólo tomes dos analgésicos al día y no tres o cuatro. Donde quizá sólo te duela al inicio y al final. Ojalá este mes no me duela, piensas. Pero vuelve a doler. 

Vivir con dolor, mucho dolor, es sudar y llorar en menos de un minuto. Es cancelar compromisos. Es darle la espalda al mundo. Es apretar tan fuerte un cojín o el asiento del auto que después te duelan los dedos. Es asustar al que vive contigo: tu madre, tus amigos, tu novio... Es tener náuseas, vómito, vértigo, mareos, presión baja o alta, es cansancio extremo, diarrea.

Vivir con dolor es decirle a las personas cercanas qué hacer en caso de que te sientas mal. Qué pastillas tomas, qué color son. Debes tener tu plan de emergencia. ¿Pero en la calle? Siempre queda esa duda de qué pasaría si te da un ataque así en la calle. Afortunadamente nunca me ha sucedido. 

Muchas personas creen que lo hago para llamar la atención, que estoy loca, que no perdono a mis ancestras, que debo hacerme una limpieza de útero, que estoy intoxicada por los desechables, que cambie de dieta, que tal vez todo es psicológico. Quizá se me quite cuando tenga hijos. La culpa es mía, ¿no? La gente me lo dice, me reprocha, me señala, como si no quisiera estar bien y dejar de cancelar mis compromisos por esto que es algo natural y que me pude reconciliar conmigo, luego de usar la copa. 

A veces, me siento taaaaan mal que les juro que no puedo darle una buena cara al mundo porque esos días con dolor entre ocho y diez, hace que todo lo construido se me derrumbe, frente a mis ojos, sin que pueda hacer nada. Eso ha sido para mí vivir con dolor.

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