miércoles, 19 de octubre de 2016

Me han llenado de amor



Ayer que saqué la cajita de mis cartas, encontré muchos recuerdos de amigos, conocidos, chicos que me gustaron, recortes de mi vida pasada y volví a sentir cada una de las emociones que pasé en esos momentos: los sonrojos, las sonrisas, el brillo en los ojos, esas risas de entre vergüenza y picardía, los abrazos subsecuentes y cómo latía mi corazón cuando las leí por primera vez.

Encontré dos que, en particular, me llamaron muchísimo la atención. Ya no las recordaba. Me las dio Mariana, una chica de la Prepa a la que le decían "La Doña". Me agradecía por ser una buena persona con ella y que había descubierto en mí un gran ser humano. Esas palabras me lanzaron a ese octubre o noviembre de 2004 cuando en el taller de dibujo la vi llorando y ni sus amigos le ayudaban, creo que ellos le habían hecho una grosería, le pregunté si estaba bien y la abracé hasta que se calmó. Le susurré al oído que no estaba sola, que podría confiar en mí si quería. Exclamó un "pero... tú, ¿cómo...?" No importa, le respondí, no soy rencorosa. Le sonreí. Y empezó la clase.


Les cuento: en la Preparatoria 8 cuando entré era medio rara y me empecé a juntar con un grupo de tetos que siempre se iban a jugar fútbol y una debía seguirles, sin rechistar, y estar ahí en el deportivo en el rayo del sol, y escuchar sus tonterías. Lo bueno fue que así fue como conocí al ex, Israel. Pero un día creo que les dije que no quería o que me aburría y se pararon de pestañas, me dejaron de hablar y ¡me odiaron en automático! Ahí estaba incluida La Doña. Era muy risible porque eran tan idiotas que sus juntas secretas, donde conspiraban contra mí, siempre las difundían en el pizarrón, si se puede ser tan imbécil.

Fue una competencia de natación, me acompañaron, a ellos aún les hablo. 

Así que por eso se sorprendió muchísimo de mi apoyo, que la abrazara y le dijera que contaba conmigo. Lo cierto es que siempre he sido así, no soy tan mierda para darle la espalda a alguien, siempre tiendo la mano, me preocupo y abrazo; perdono. (Tal vez por eso me saque tanto de pedo no hacerlo tan fácil con mi papá).

También me acordé de Lucero en la primaria que estaba en un grupo de chicas contra mío y cuando la abrieron como pollo porque me defendió, habló conmigo y la abracé. Nos hicimos buenas amigas. La última vez que la vi fue cuando estaba embarazada de su primer hijo.

En unas divertidas vacaciones en Jilotepec :) 
Las cartas de Fer me conmovieron, cada vez que me decía "estrellita" evocaba sus cachetitos diciéndolo, su risa y su mirada compasiva hacia mí, una loca que hablaba igual que Tarabilla y era impulsiva, enamoradiza y un caos. Ella, mi mejor amiga, me dio amor y amistad a chorros en esa etapa, me abrazó cuando lloraba por Israel, me apapachó cuando más rota y sin rumbo estuve, me hizo reír y disfrutar de la vida, nada era tan malo cuando estaba con ella; escuchaba atentamente mis locuras de desenfreno en la universidad y aunque la veo poco, trato de estar en contacto con ella. La vi casarse y qué bonita se veía. Así que leer sus cartas me reconfortaron el corazón.

Foto del 2007
Leí notas de mi mamá, de cuánto amor me tiene, de lo afortunada que es al tener una hija como yo porque la he llenado de orgullo y felicidad en estos años, soy su tesoro. Ella también lo es.

Encontré esos rastros de amor, de cariño y amistad. La carcasa de piel de una pistolita de juguete que era de mi abuelito, ya está muy derruida pero aún la conservo, las canicas de mi infancia, otras más que me regalaron, un par de tazos, encontré otra carta de Enrique, me solté a reír cuando me acordé cómo me la hizo llegar.

Examen de licenciatura de Quique, con la buenaza de Mari
No sé, creo que al ver y leer esas cartitas caigo en la cuenta que nunca he estado sola, que siempre he estado rodeada de amor, de cariño, de amigos chidos que han estado ahí en la tempestad y en la alegría y también que hay compasión, mucha compasión en mí y eso es bien bonito reconocérselo una misma.

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