lunes, 8 de febrero de 2016

Recuerdos de la FCPyS (o recuento de sueños rotos)

Foto: Julyo Rodríguez
El viernes visité, después de casi un año, la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, uno de los lugares que más aprecio de la Ciudad y donde conocí a personas valiosísimas que ahora son mis amigos, aprendí a putazos lo que no quería, amé, lloré, experimenté sensaciones, probé sustancias prohibidas, me emborraché y sobretodo soñé.

En esos años, recordé, soñaba como una loca (si es que ellos sueñan). Imaginaba situaciones distintas, un mundo distinto. Tenía esperanzas y fe en cosas, situaciones, personas... y las he perdido, incluso en mí misma.

Lo que sí debo aceptar es que fue uno de los lugares donde más feliz he sido, tanto que hasta podría ordenar los momentos por sabores, aromas, sensaciones, personas y colores. Imaginaba mi vida después de los 25 viviendo sola, teniendo un trabajo chingón o en el cual fuera muy feliz y me sintiera plena.

Pensaba en proyectos. Muchos proyectos, escenarios, tenía muchísimas ilusiones. Me quedé un rato recordando, una y otra vez, en las aventuras que tuve con mis amigos (a quienes extraño horrores cuando más pachiche me siento, como ha pasado en semanas recientes), las risas o las horas muertas entre clases.

Pero.

Llegas al mundo "real", a entrar al "Sistema", a lo que todo mundo llama la adultez, las responsabilidades, las partidas de madre, toparte con pared, sentirte perdida y la primera vez que te joden una ilusión, que te merman la fe en ti misma... no tiene precio  ni madre ni nada. No es humano. Y poco a poco te vas automatizando, entras en la rutina y tu ser rebelde (al menos el mío) busca aferrarse un poquito y como loca a algo nuevo, intenta salir de la rutina, del ir y venir deprimente de la "vida adulta", ésa que te vuelve un ser un poco gris.

Aún recuerdo cada ¿eres tonta?, ¿esto es lo que te pedí?, ¿crees que con esto haré mi columna?, tu trabajo es una porquería, es que no escribes bien/no investigas/no das el 100; o aquellas comparaciones dolorosas que me recuerdan a mi madre cuando era niña haciendo equivalencias terribles entre mi prima y yo; o los más hirientes: ¿para eso estudiaste comunicación?, ¿a poco sí eres periodista?, ¿no has pensado en dedicarte a otra cosa? seguro te iría mejor... entre otros. Todos dichos por mis jefes...

Y soy tan débil, tan frágil como un papel arroz que me la creo, siempre me la creo y me entristezco. Salgo corriendo, disimuladamente, al baño a llorar y calmarme en menos de cinco minutos para disimular la nariz roja, los ojos hinchados, el rímel corrido y la desesperación a tope... ¡soy débil y frágil y tonta e incapaz! ¡¡YO!!, la que tenía ilusiones, planes, proyectos en mente, la que se sentía capaz... creo y confío en que es una etapa y que voy a salir de ésta y de otras, tal vez peores. Mientras tengo el sueño más grande, la ilusión más chingona: en abril me iré a Perú, conoceré Machu Picchu :)

Y a todo esto... ¿cuántos sueños dejamos en el camino?

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