martes, 17 de marzo de 2015

Casi-casi me atropella una mujer apresurada

Fui a renovar mi EcoBici a la Gayosso de la San Rafael, el trámite fue rápido y sin mayor contratiempo. Me dijeron el reglamento de tránsito del DF (después hago un post sobre eso) y los motivos de baja obligatoria del servicio. Salí e iba caminando por Sullivan (hasta hace unos cuatro o cinco meses fue que conocí la famosa calle de las putas, no sabía dónde quedaba. Oh, qué poco he vivido) cuando de pronto una vieja loca no se detuvo del todo y casi me avienta.

Le dije: 'pendeja' y en cuanto se puso el verde en el semáforo se fue en chiiiinga. Argh... odio a los automovilistas, con todo mi ser porque son bien cavernícolas y me dan ganas siempre-siempre de darles una madriza o a su nave.

No respetan los señalamientos.
No respetan al ciclista.
No respetan al peatón.
Se la pasan mensajeando o hablando por celular.
Van desayunando/comiendo/romanceando.
Las mujeres se van maquillando.

Los peatones:
No cruzan por las esquinas.
No respetan los semáforos y como ven que no viene coche se les hace fácil pasarse.
No saben para qué sirven los señalamientos de tránsito.
No conocen los pasos de cebra.
No usan los puentes peatonales.
Caminan por las ciclovías.

Los ciclistas:
No respetan los semáforos.
Se pasan los altos.
Andan por la banqueta.
Van en sentido contrario al flujo vehicular.
No respetan al peatón.
No usan casco.

El problema está en que no saben/sabemos de civilidad ni de sentido común. Y nada más nos enojamos unos con otros con el camión, con el cochecentrista, con el ciclocentrista, con el peatón, con el gobierno y volver a empezar.

Bueno... sigo viva, pero el coraje nadie me lo quitó un buen rato. ¬¬ (hasta que encontré unas picafresas y me alivió el alma).
*****
El peatón- Jaime Sabines

Se dice, se rumora, afirman en los salones, en las fiestas, alguien o algunos enterados, que Jaime Sabines es un gran poeta. O cuando menos un buen poeta. O un poeta decente, valioso. O simplemente, pero realmente, un poeta. Le llega la noticia a Jaime y éste se alegra: ¡qué maravilla! ¡Soy un poeta! ¡Soy un poeta importante! ¡Soy un gran poeta! Convencido, sale a la calle, o llega a la casa, convencido. Pero en la calle nadie, y en la casa menos: nadie se da cuenta de que es un poeta. ¿Por qué los poetas no tienen una estrella en la frente, o un resplandor visible, o un rayo que les salga de las orejas? ¡Dios mío!, dice Jaime. Tengo que ser papá o marido, o trabajar en la fábrica como otro cualquiera, o andar, como cualquiera, de peatón. ¡Eso es!, dice Jaime. No soy un poeta: soy un peatón. Y esta vez se queda echado en la cama con una alegría dulce y tranquila.

*****
Pronto-pronto post con más carnita y punch.

No hay comentarios:

Publicar un comentario