martes, 8 de septiembre de 2015

Más sensible al dolor ajeno

Hay situaciones o cosas que te hacen ser un poco o mucho más empática con el sentimiento del otro, que está junto a ti, ser más compasivos con ellos y con nosotros mismos.

Una mujer subió en Hospital 20 de noviembre, con la nariz roja y los ojos acuosos, me dio mucho sentimiento porque yo estaba así el viernes, pero ella, a diferencia de mí, iba acompañada de un hombre que intentaba consolarla. La mujer sólo intentaba reprimir su llanto… sin éxito. 

¿Qué le habrán dicho? ¿Que tenía cáncer?, ¿se le estaría muriendo un familiar?, ¿un diagnóstico terrible para ella?, ¿una enfermedad cruel? Sinceramente, ninguna de ellas se la deseo, es un golpe duro de realidad y sentimiento. Al verla llorar sentí ganas de abrazarla y llorar juntas (por muy extraño que parezca). 

Me vi en ella. Como dije, estaba así el viernes, llorosa y aterrada, con el celular en mis manos charlando por Whatsapp; de cuando en cuando, limpiando mis lagrimones y reprimiendo los peores escenarios de mi cabeza. 

Del golpe duro y macizo viene la culpa, la responsabilidad, las consecuencias, los escenarios, las opciones y probabilidades, recordar hasta el insomnio en qué momento pasó, quién, cómo pasó, cuándo ocurrió y… tu mente te repite: ¡ERES UNA PENDEJA! 

No quiero ahondar tanto porque sería adelantarme a algo de lo que aún no tengo certeza. Lo que sí: gracias a todas esas personitas que me han dado ánimos, porras y me han hecho reír cuando tengo ganas de llorar (como ahora). También sé que ellas estarán pa' lo que necesite sin rechistar ni juzgar y me apapachan cómo yo quería hacerlo con la desconocida del metro. 

Qué feo, ¿no?, tener que esperar que te echen un balde de agua fría para querer apapachar a una desconocida… 

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