miércoles, 3 de diciembre de 2014

Ojalá

Supongo que las cosas ocurren así: no van a más.
Yo tenía unas ganas inmensas de besarlo, que me tomara entre sus brazos y dormir rodeada en su calor toda la noche. Esta noche.
Me miró. Lo miré. Nuestras miradas se cruzaron y ahí supe cuánto lo deseaba: completo y extrañamente con su cabello corto y su sonrisa tímida. Quería que sus ojos me contemplaran felices por la mañana. O sus manos toscas me desnudaran sin prejuicio y me acariciara, al terminar, el cabello corto y canoso.
Tuve ganas de besarle. De probar sus labios carnosos y perfectamente delineados, hechos a mi medida y deseo. A mí...
Ojalá le hubiera hablado de mis deseos, de mis intenciones, de hacer un "nosotros" por un día, una noche, una hora, un instante o una eternidad. ¡Lo deseaba tanto!
Ojalá le hubiera hablado: preguntarle su nombre, su teléfono, sus gustos y disgustos; saber todo de él.
Ojalá le hubiera hablado, si tuviera el valor.
Pero se fue. Y mis deseos de conocerlo, como siempre, no pudieron ser.

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