viernes, 6 de diciembre de 2013

Do



Salgo del metro y por instinto miro al cielo.
Me encuentro con la luna blanca y sonriente que me grita tu nombre, tu luz y tu calor; ese calor tímido y frágil, como el de una vela que podría extinguirse a la menor provocación.

No sé por qué te estoy pensando y te escribo precisamente esto a tu persona y a tu voz tierna.
¿Qué estará pasando en mi cabeza? ¿Acaso fue la luna la que logró clavarte en lo más profundo de mis recovecos? ¿Será un presagio de la esperanza que generas en mí? ¿O es la alegría que me produces ahora? Tal vez sea todo junto o tal vez sea nada y yo estoy haciendo simulacro de un evento.

Miro la luna y te recuerdo riendo, riéndote, riéndome; riéndonos. Miro esa rebanada de sandía blanca en este cielo de preinvierno, un lienzo negro del cual dios, tal vez, cuelga luces para hacernos creer en el infinito, en la vida y por ende en el amor.

Los focos que destellan en ese gran escenario me recuerdan que nada es tan malo porque te tengo, si bien no conmigo, sí sé que ahí estás: que existes. Y porque te quiero, te quiero como quiero ese cielo negro e inmenso, infinito como tus brazos y tu amor.

Te recuerdo porque he visto en tus ojos la lucha, el cansancio, el tedio, el dolor, la esperanza, el cariño y tu amor. He descubierto en tus silencios ese gusto por mis palabras, por mis cosas. He encontrado suspiros atrasados en tus pupilas, que se dilatan cuando contemplas al hablar, te he cachado viendo mis labios más de una vez; conozco tu secreto mas no lo revelaré. Seré tu cómplice.

La luna, tú; la noche y yo cómplices de un secreto entre nosotros, un secreto que ocultamos en nuestras voces; pero que los ojos no paran de gritar: te quiero.

1 comentario:

  1. Esta genial, me encantó...esos momentos en q la Luna juega con tu cabeza, te murmura y se vuelve complice, terminas sin saber si la Luna es de todos o ese dia es solo para ti. Saludos,

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