viernes, 21 de septiembre de 2012

La abuela

Hace dos días fue el cumpleaños de la abuela, esa mujercita que de ser vigorosa cuando yo tenía cinco años, ahora es una pasita encorvada, cansada, con sus ojos serenos y cada día más profundos. Su cabello canoso, parece escarcha propia de los años y el sufrimiento que pasó.
Hace no mucho la soñé con un traje verde y su cabello castaño, color chocolate, más joven, guapa y más fuerte; la vi feliz, entusiasta. Aquel día, desperté contenta; pero con una tristeza inmensa a la vez. Me da miedo perderla físicamente... No, no me da miedo que muera, le temo a que el tío no nos avise y no pueda despedirme de ella, a eso le tengo miedo, a no poder decirle adiós. Aunque cada que la veo, le digo "adiós" con la mirada y lloro en silencio para que mamá no sepa que me duele. Prefiero hacerme la fuerte.
A veces me pregunto si lleva en el nombre la penitencia: Soledad. Soledad Aranda y su soledad. Ella y el Alzheimer que se apoderó de sus recuerdos desde hace algunos años, más de siete. Es una pena que no recuerde nada. No me recuerda a mí y eso me deprime. Algunos dicen que somos afortunados por tenerla aún con nosotros y yo creo que sí aunque me gustaría tenerla entera, con sus recuerdos.
Me parte el alma verla llorar cuando saca, de su empolvada memoria, los años en que llegó a la Ciudad de México desde San Luis Potosí. Una vez, en su viaje (porque es un viaje), me contó de su primer amor con quien tuvo un hijo: el tío Juan, un cabrón machista, y cómo su madre Constanza se lo arrebató por ser muy joven.
Algunos días me pregunto si verá el mundo igual que yo o si lo ve desde el abismo de su memoria pérdida o si con el presente intenta su memoria frágil reconstruir las ruinas de un pasado que es sombra...
¡Qué orgullosa estarías porque me gradué y soy comunicóloga/periodista!
Eres una gran mujer pues me apoyaste cuando huí de casa a los ocho años, me consolaste cuando pasaba por muchos problemas, por el divorcio de mis padres, la muerte del abuelo, la ruptura con mi padre y, de pronto, tu cadera y después el Alzheimer nos robó tu presencia, las navidades, los Años Nuevos, el bacalao, los buñuelos y los tamales verdes con comino, los platos de fruta, las idas a la primaria o al mercado. Nos arrebató tus cosas: tu jardín, tus carpetas, tus zurcidos, los tejidos, los chiflidos... ¡te quito de acá desde hace mucho tiempo!
¿Lo hiciste para escapar de la realidad de perder a tu viejo? A veces lo creo.
No reprocho que se hayan ido tus recuerdos y que de mí tengas un vago recuerdo; les reclamo a tus hijos que no hayan peleado por ti, yo no podía pues no tenía presencia legal para hacerlo.
Ahora bien, sé que en el otro mundo o en la otra vida, si es que existen, podremos vernos, encontrarnos de nuevo y te abrazaré con todas mis fuerzas; agradeceré por tener a tan buena persona en mi vida. Y ahí no perderás la memoria ni te olvidarás de mí, ahí estarán tus recuerdos intactos y ahí estaremos tú, yo y el abuelo felices con "La Campanita", con "la bodeguita", las navidades, las cenas, la sopa de fideos y todas tus maravillosas cualidades. Mientras tanto disfrutaré de tan bella presencia en esta tierra...
Y sabes algo más: te amo, viejita y ¡feliz cumpleaños!

1 comentario:

  1. , es quizá que he tenido una semana no tan luminosa que hace que ese recuerdo tuyo, un recuerdo sobre tu abuela (aunque digas que por parte de ella no haya tal), sea nostálgico, aunque como dicen un recuerdo siempre regresa esa parte de ausencia, y creo no hay mejor homenaje que el de la palabra labrada y dirigida a esa persona especial, gracias por compartirlo, (Daniel)

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