viernes, 21 de septiembre de 2012

IV

Miércoles, 18 de agosto de 19...

Querida mía:

Me pregunto ¿cómo estás?, espero que mejor que yo porque dí demasiados rodeos para escribirte esta misiva (que no sé si enviarte). Recuerdas aquella tarde en el bosque cuando preguntaste por qué me gustaban estos lugares... Estuve pensando y la verdad no tengo un argumento válido para esa afición pues es una certeza como saber que respiro porque estoy vivo o que mi corazón late por ti porque me gustas y te quiero; no tengo una razón, lo sé y punto. Aunque con una cita de Benedetti (el autor de mi obsesión en turno y cómplice de mis desvelos solitarios) te lo puede explicar de manera un tanto más gráfica:
"Por lo general el viento era suave y quizá por eso los grandes árboles no discutían, sino simplemente intercambiaban comentarios, cabeceaban con buen humor, me hacían señales de complicidad. A veces me apoyaba en algunos de los más viejos y la corteza rugosa me transmitía una comprensión casi paternal. Repasar la corteza de un árbol experimentado es como acariciar la crin de un caballo que uno monta a diario. Se establece una comunicación muy sobria (no empalagosa, como suele ser la relación con un perro insoportablemente fiel) pero lo bastante intensa como para que después uno la eche de menos cuando vuelve al trajín de la ciudad", así más o menos me siento con los parques; me dan tranquilidad, un olvido casi amnésico de todo lo que me ocurre y acontece en el caos de esta ciudad (que es mucho).
¿Sabes, no sé si notaste que dije: "me gustas" y "te quiero"? No creas que lo escribí por casualidad o para que la idea de las certezas quedaran perfectamente ejemplificadas. Lo escribí en serio: me gustas y te quiero.  Debo aclararte que ésta no era la intención cuando empecé a frecuentarte y a escribirte mi acontecer por la ciudad, más bien tu carisma, simpatía, amabilidad y fragilidad han hecho que me prenda de ti y tu esencia. Tampoco quiero alabarte en exceso porque no es la intención primera de esta carta.
Me gusta mucho tu cabello corto, luces fresca y agradable. No deseo que mal entiendas mis palabras y te alejes de mí pues me caes muy bien y si no se siente lo mismo de allá para acá, no te apures. Todo estará bien, lo garantizo. Sólo quise expresarte mis pensamientos y sentimientos atiborrados, hechos nudo en mi cabeza, hacia tu persona bella.
Debo confesarte que dedico parte del día en pensar en ti, también por las noches te dibujo en mis sueños y calmas mis pesadillas; parece que cada que cierro los ojos te veo. No te creas, cuando miro la luna, esa bella compañera mía y cómplice en esta aventura, te recuerdo y recuerdo que te encantan las lunas claras, grandes de octubre porque te parecen las más bonitas aunque las de noviembre sean igual de atractivas. Pronto llegará octubre ¿no te emociona? Será mi regreso a la ciudad y tengo ansías por verte, volveré antes de mi cumpleaños, lo prometo. Quiero celebrar contigo estos 23 otoños y espero que te encuentres junto a mí, de algún modo.
Considero que ahora será momento de dejarte asimilar cada palabra que te he escrito, ¿te agobié? Lo siento.

Sin más me despido.

Con amor, ...

Post-cita (o lo que se me olvidó decirte):
"-Ahora es distinto. Creo que estoy empezando a enamorarme.
-Ah.
-Dije que creo que estoy empezando.
- Mirá, si admitís que estás empezando es porque ya te enamoraste".

¿La cachas?

No hay comentarios:

Publicar un comentario