Chico
Feo patea botellas y piedras mientras camina por la calle, abstraído en sus
peligrosos pensamientos: “pobre de mí, nadie me hace caso, sólo quiero
platicar”; su típico y gran complejo: ser feo, una mentada de madre a la vista.
No eres feo, nada más eres incómodo de ver, le decía su mejor amigo.
(Sinceridad pura ¿a poco no?).
¿Por
qué un feo no tiene derecho a enamorarse de la chica más bonita de la clase?
¿Por qué no puede fijar su mirada triste, desolada y anhelante de amor en una
mujer bonita, pedante y creída? Usted y yo conocemos la respuesta, pero el
feíto no. Él cree que es un castigo divino ser como es, cuando es un don que se
le aleje del dolor que el amor de esa mala mujer sin corazón le puede causar.
No lo entiende porque él sólo quiere enamorarse, alcanzar la estrella más alta
del firmamento, estar con la oveja más lanuda del rebaño, la chica más coqueta
del salón.
En
su desesperada cabeza no cabe el porqué, no hay razones, nadie lo hace entender.
Sin
embargo, un (mal) día decidió hablar con aquella güerita nalga apretada que tan
loco y babeado lo traía:
—
Hola
—
Ay, pero qué feo estás. Te llamas ¿Tomás? No. ¡Eres hijo de Elba Esther
Gordillo! Vete, vete.
Con
el corazón roto en mil pedazos, Chico Feo, decidió jamás enamorarse, jamás
buscar el amor, ni pretender a nadie. Pocos años pasaron y él crecía junto con
su soledad y su no tan notable fealdad y vio a una sola e indefensa chica, de
bonita sonrisa… ¿ella? Fea, por supuesto. Diagnóstico: acné.
Chico
Feo y Chica Acné empezaron un bonito romance. Todos los admiraban por su tan
peculiar valor para mostrar su amor de feos, un complemento perfecto decían
algunos por que ellos lucharon, pelearon y vivieron hasta que dejaron de ser
feos, por vanidad y se separaron para buscar otros feos a quienes salvar.
Chica
Acné le dijo: amor, te juro que hasta hoy no me reconocí, el espejo mostró a
alguien que no soy en verdad. Creo que la realidad ha cambiado, feíto de mi
corazón. Es tiempo de volar a otros feos rumbos que transitar…
Y
así terminaron. Continuaron con su vida: incómoda y cruel; con su soledad tan
desagradablemente amada. Su hermosa misión de feos que curar.
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