Justo iba a escribir sobre mi viaje a Playa del Carmen, pero esto me supera y no he podido hablarlo, no me salen las palabras con mi mamá y de pronto pienso en la noticia y apenas me salen las palabras. Ayer llegué del aeropuerto, cené y mi mamá me dio la noticia no sin antes preguntarme detalles de mi viaje, luego mi felicidad se desvaneció, se me escapó de las manos...
Justo en este viaje, platiqué con Blanca sobre el primer viaje que realicé a San Luis Potosí en tren con mi abuela y con mi tío, ese gran hijo de puta que no quiso avisarnos que había fallecido para rompernos en ese momento y no fuera más doloroso después. Recordé lo hermoso que fue ese viaje, conocer el pasado de mi abuela, su primaria (que nunca terminó), a mi tía Flora, las calles que recorrió, los lugares que vio... y ahora ya se fue. Ya está con mi abuelo. Ya están juntos y ella ya está mejor, o eso quiero creer.
Luego de que muriera mi abuelo, ella se cayó y se rompió la cadera, luego vino el maldito alemán que nos la arrebató desde hace más de 10 años, poco a poco y cada vez más dolorosamente. Odio que no hayamos hecho nada por ella, luchar más por ella, porque mi tío no nos la quitara, arrebatarle el control sobre ella, pero también, aún consciente, lo decidió y hay que aceptarlo, nos guste o no.
Sé que la voy a extrañar más que a nada durante mucho tiempo porque lo amo y es piedra angular de mi vida, fue mi gran amiga, quien me enseñó a cantar, a sonreír, a soñar, a lavarme las manos, a respetar, a rezar, a creer en dios (ése en quien ya no creo ahora), a amar los jardines, a ser feliz mientras mis padres se divorciaban.
Gracias a ella tengo maravillosos recuerdos de las navidades, de cada año nuevo, de los buñuelos tendidos en mecates para que se orearan antes de freírlos en manteca, del delicioso bacalao con muchas aceitunas acompañados de pan blanco, los abrazos mientras dormíamos juntas, los baños juntas, su voz entonada al cantar, su forma de hacer el arroz y la sopa.
Agradezco que me haya heredado su gusto por la cocina y la comida. Cómo olvidar que veíamos juntas la novela o que nunca me compraba dulces cuando iba por mí a la primaria porque ya me tenía preparado un plato de mango, sandía, papaya, frutas varias o dulce de chicozapote o las mitades de melón con crema o nieve de limón, los helados de vainilla o chocolate.
Qué decir de las pláticas y risotadas con Doña Esperanza y Don Pancho, de su piel arrugadita y suave, de sus manos con unas uñas bonitas y bien cuidadas, esas manos que no dejaban de tejer y tejer, me enseñó pero nunca aprendí.
Dice mi mamá que con mi abuela aprendí a decir 'maliposa' y a cantar "ay, mamá los toros unos pintos y otros moros"...
Te amo abuela, nunca tendré palabras suficientes para explicarte ni entender taaaanto amor que te di y cuánto te extrañaré.
Esta foto es de por allá del 2008, mi peinado y el Atos me lo dijeron. Fue una de las últimas veces que vi lúcida a la abuela o, por lo menos, fue de las últimas veces que logró recordarme. Después de 2009 me perdí en su memoria.
Sé que ya están juntos, eso reconforta. Te amo abuelita, algún día nos volveremos a encontrar...
No hay comentarios:
Publicar un comentario