martes, 25 de marzo de 2014

Pude ser yo

Cada que escucho que una niña o adolescente están desaparecidas/secuestradas me pongo a pensar que pude haber sido yo una de ellas o que quizá mi prima pudo serlo o alguna de mis amigas.

Tal vez pude ser yo cuando tenía 11 años mientras caminaba con el uniforme de la secundaria hacia la papelería al lado de mi prima, cuando se nos acercó un tipo en su auto a preguntarnos por una dirección mientras él se masturbaba sin darnos cuenta hasta que levantó la cadera.
Me asustó tanto que no permití que ningún hombre me tocara hasta un par de meses después, me borró la sonrisa por varios días, conocí la desconfianza y fue el primer paso para conocer la peor cara del género humano.

O pude ser yo a los 13 años cuando caminando hacia el mercado con un grupo de chicas, un tipo nos empezó a seguir en su auto para toparnos con otro más. Jamás he podido explicar cómo, de qué manera fue que nos zafamos de esa situación, cómo fue que huimos de esos dos bribones.
Aún recuerdo el dolor de estómago que me dio después. Aprendí a no caminar confiada por la calle.

Sí, pude ser yo a los 14 años cuando un tipo en la secundaria me encasilló y empezó a tocarme los muslos mientras intentaba besarme a la fuerza. Me clavé la idea de que nadie me tocaría sin mi permiso, me obligué a aprender a defenderme, a golpear.
O quizá a los 16 cuando me corretearon para asaltarme. Tal vez al usar falda, vestido o sólo salir a la calle, andar por las noches sola y que me insulten.

No sé, me pongo a pensar que pude ser yo una adolescente secuestrada, pérdida. Pude ser yo o tú quienes jamás pudiéramos regresar a casa. Me pregunto ¿cuántas más han pasado por algo similar?

viernes, 21 de marzo de 2014

Carta...

Yuriko:

Sabes, eres una niña con
un corazón de oro y alma eterna.
Sabes, pienso en ti y pienso qué
será de mí y de ti en unos cuantos
años, qué habrá pasado, qué habrá
decidido esa persona tan especial
para mí, la cual aprecio y admiro
con gran fortuna, a quien no dejo
de admirar por sus constantes
revuelos y pensamientos fructuosos
que día a día le dan vida a su
alma.

Javier

jueves, 20 de marzo de 2014

Sobre el amor

"En el amor no hay posturas ridículas ni cursis ni obscenas. En el no amor todo es ridículo y cursi y obsceno"

Mario Benedetti, Primavera con una esquina rota.


(Foto: Dibujo de Katia, gracias por compartir). 

Esa espiral caótica (y lejana)

Hoy que platicaba con una amiga, salió a colación una película magnífica de terror que salió hace unos meses y recordé con quien fui a verla al cine, lo cual me provocó un flashazo de mi yo de hace seis meses y lo sentí tan lejano, tan caótico, tan melancólico y sumamente alejado de mi yo de ahora que se encuentra feliz, pleno, seguro, amoroso. Ya no me siento un espejismo. 

Recordarme en esos 3 meses me resulta una parte un tanto obscura de mi pasado reciente y, sin embargo, la tengo muy presente no porque me guste flagelarme sino porque es parte de mí y mi aprendizaje. Mi decisión me ha llevado a donde estoy ahora, donde soy y estoy feliz con lo que tengo. 

Debo admitirlo, me fascina cómo me siento ahora, lo que estoy viviendo y cómo lo vivo. Y, por supuesto, con quien lo vivo. Mis sonrisas, mis risas, mis deseos, mis decisiones y cada cosa en mi existencia de ahora se basan en el amor, el cariño, la comprensión, la humanidad, la felicidad y la responsabilidad de/para/en mis actos. 

Me di cuenta que esa chica que estaba cayendo en una espiral caótica, sin sentido, sin dirección la siento tan lejana, tan apartada de mí. Creo que he sanado poco a poco las heridas que yo me hice y que dejé que me hicieran, también me he perdonado el daño que pude haber hecho a terceros con mis actos porque la Yo de ahora no comparte las locuras y el sentir de la yo de hace un par de meses. 

Pero algo sí es muy claro para mí: no quiero volver a sentirme dentro de esa espiral, de esa licuadora que sólo me traía caos doloroso a mi vida y, lo más importante, a mi espíritu y mi corazón. Lo tengo claro. 

jueves, 6 de marzo de 2014

Cuerpos

Desde morros los medios, la sociedad y el porno nos enseñaron que los únicos aptos para mostrarse desnudos, sensuales, sexis, apetecibles eran los flacos, las delgadas. Mujeres atléticas con tetas firmes y cinturas pequeñas. Hombres sin barriga y pectorales y abdomen marcados. Y no.
La realidad es que los cuerpos, normales, los cotidianos son piezas muy diferentes. 
No nos enseñaron a entender que cada persona tiene una esencia diferente que lo hace sensual y atractivo, que cada mujer tiene un atrayente diferente. 
Jamás nos contaron que cada cuerpo es una historia, que cada cuerpo es un mapa que nos relata aventuras con sus cicatrices, sus lunares, sus estrías, sus vellos, sus quemadas, la celulitis y reflejos corporales que nos hablan, como si tuvieran vida propia, de lo que cada persona y cuerpo pasaron a lo largo de sus vidas. 
Desde lo que falta hasta lo que sobra. Nunca nos dijeron que ser imperfecto era chevere o que ahí radicaría nuestra belleza, nuestra humanidad. La mortandad y lo sublime. 
Jamás nos explicaron que cada cuerpo es un universo de historias con sus ojeras, sus expresiones y las pérdidas. 
¡Qué lástima que no lo dijeron! Así habría menos depresivos e inconformes y más cuerpos haciendo el amor a plena luz del día y no con velas, con temor a que se vean, a enseñar las carnes, la historia de sus vidas. 


domingo, 2 de marzo de 2014

La cuenta...

Me debes 29 horas, 59 caricias, 118 suspiros, 236 abrazos, 472 besos.
Me debes muchos días de pensamiento, noches en desvelo, locuras en las calles, privacidad de seda y mordidas en la piel.
Me debes trazos, caminos, líneas, ecuaciones; me debes...
Y con una mirada tuya puedes cambiar todo porque me desarmo ante ti.

[Para un Cisne, 2011]

sábado, 1 de marzo de 2014

Lucero de medianoche

¿Has notado que el cielo de media noche es el más bonito?
No me preguntes porque llegué a esa conclusión, sólo sé que esta verdad salió de ver tu piel bañada en su escasa luz, bronceada con el agua plateada de las sombras y el aire frío de las estrellas.
Y tus ojos... tus ojos parecían dos astros: enormes, radiantes, auténticos. Magníficos. Mi simpleza de ser humano reflejada en tu excelsa mirada de niña plateada; inocente. En tus ojos nació el mundo, el amanecer, la noche y, ahí mismo, nacen mis deseos, mis besos que mueren en tu piel, mis caricias. En tus ojos mueren mis ojos cada día, cada anochecer y renacen con la mañana.
Tu piel... ¡ah, tu piel casi mortecina! Ésa que busca el calor sutil de mis manos en tu cuerpo pálido, amada mía. ¿Cómo puedo rehusarme a tal tarea si amo, adoro, cada rincón de tu ser, de tu alma?
Tus cabellos de bronce sedoso llenos de mar de cielo.
Tu piel bañada en leche de luna llena.
Tus manos y pies humectados en crema de estrellas.
Tus ojos colmados de inmensidad nocturna, de infinidad de cielo.
Tus labios rosas parecen tomar vida como las nubes nocturnas y frías en mis madrugadas en vela. Tu cuerpo es un hechizo de amor puro, celeste, noctámbulo.
¡Cómo no podría quererte, mi pequeña niña al grado de amarte más allá del cielo, el mar, la muerte y la vida! En ti, conjugo la muerte del día y la seducción de la noche. Lo caótico de la vida, lo apacible de la muerte. El ruido, el sonido; la dicha, la calma, el silencio. Tu cama...
¡Cómo no amarte si eres el más bello lucero en el cielo! Eres mi lucero de media noche.