jueves, 4 de diciembre de 2014

Encuentros inesperados...

Yo siento que a todos nos pasa que de pronto vamos caminando por la calle y zham nos encontramos a un amigo que tenía rato que no veíamos, hablábamos o nos encontrábamos por las calles de la ciudad. Pero me tiende a pasar muy seguido como con Gabriel que nunca pude verlo así formal (porque llegué tarde y me sentí mal por eso cuando él sí pudo, en fin...) hasta que me lo encontré en el camión rumbo a mi casa: se le descompuso la moto y andaba en la limosina colectiva de la ruta 57, ya saben cosa rara. Los azares azarosos del destino.

El caso es que hoy me encontré con Eduardo, un compa de la prepa con quien ni me iba ni me venía (y creo que era mutuo por aquellos años, cada quien andaba en su pedo, pero siempre fuimos muy cordiales y cuando había oportunidad, digamos que... charlábamos lo indispensable para la comunicación adecuada), y teníamos un trato cordial en las clases, nos veíamos y el clásico "hola, ¿cómo estás?" no nos lo negábamos. Sin embargo, creo que, extrañamente, es un chico al que me da gusto encontrarme por la calle porque, quizá, sucede de maneras misteriosas... (uy, el coco jajaja).

Pues sí: me lo he encontrado en el Palacio de los deportes, después de aaaaños de no vernos, me lo he topado en el metro, en la calle y hoy en la Estela de Luz y me dio mucho gusto verlo (si lees esto es verdad, chavo, me caes muy bien, inspiras buena vibra). Platicamos brevemente: que cómo estás, que qué haces, que esto y que lo otro, que si sé de algo que necesitas te aviso... ya saben, lo normal.

Aunque lo que más me extraña de todo, son las formas misteriosas en que se mueve el destino, es decir, si no me hubiera llevado chido con él, no lo habría agregado a Facebook, y si no lo hubiera tenido como amigo no habría encontrado a Marco y sin encontrar a Marco e interactuar con él y darme mis besos (hace un par de meses atrás jojo) no me habría acordado que él fue una de mis peores citas ni habría escrito esto otro.

Entonces, todo tiene una razón de ser. Además de la buena vibra de Eduardo y su buena ondez y esa sonrisa que te alegra (o bueno a mí me alegra y no me gusta pa' que luego no empiecen a hacer chismes), los hilitos del destino nos llevan a personas que queremos y poner un punto final o escribir una historia.

Y ahí está el sentido de esta vida.

¡Zham! Qué miedo, pero qué vacilador. (Supongo...)

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