Siguiendo con la historia, hace una semana el susodicho de
la entrada anterior me mandó un mensaje para saber si podríamos ir a tomar unas
cervezas. El alcohol entre él y yo siempre es factor de ablandar las asperezas
y dar pie a lo físico, entonces no le respondí. Me llamó y no atendí la
llamada. Harta de ese ir y venir le marqué, me dijo que estaba cerca del
periódico que si íbamos a beber y platicar, no acepté en primera instancia.
Después de unos minutos, le dije sí, acepto.
Lo vi y platicamos plácidamente. Él me vio feliz y hasta más
joven. Yo lo vi más centrado y tan terrenal.
Entre la plática pregunté por su novia:
-Y... ¿cómo vas con tu novia? -lo miré de reojo.
- Meh... -suspiró.
- Ok, cambiemos de tema.
Y ahí, sólo ahí, se aclaró todo: para eso me buscaba
insistentemente para no estar solo, tener alguien con quien divertirse, alguien
que lo tuviera a flote de su infierno y hundirme en él y con él de nuevo. ¿Y
saben qué? No, gracias. Suficiente tuve con vivir siendo la otra y esconderme
para demostrarle mi afecto o emborracharnos para justificar lo que hacíamos.
No, ya no más, Uriel.
Lo mejor fue que al despedirnos, él me abrazó con fuerza y
sentí esas ganas de no quererme soltar como quien sabe que es la última vez que
lo ves; pues sí esa sensación. Sólo me separé, le
sonreí y dije "adiós, cuídate mucho".
Más tarde recibí este mensaje:
"Te pregunté si ya tenías novio cuando no me
contestaste porque pensé que ya lo tomabas en serio y dejarías de tontear
conmigo... pero al parecer sólo dejaste de tontear conmigo porque ya no querías
hacerlo.", así las cosas. Lo sentí un poco dolido y hasta ardido; pero
nada cambia las palabras de decirle, a muy buen tiempo pese a todo: "adiós,
Uriel, cuídate mucho".
Y estoy feliz.
Mayo, 2013
Acá la crónica de las cosas con él: Talón de Aquiles
Existe un limite para toda situación, nada mejor que nunca llegar a el, pero cuando se llega, retirarse y entender que no todo es como quiero ni todo lo que quiero es todo.
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