Me encontraste con el alma medio desnuda, medio vestida,
medio consciente, a media luz.
Estaba en un rincón llorosa, aterrada, con las rodillas
raspadas y algunos moretones en la cara. Rasguños en la espalda y aún
sangrantes las heridas.
Entró un soplo de viento fresco a sanear el entorno. La
cuidaste como se procura a un desvalido, con la ternura de curar una fiebre,
como una frazada que quita el frío.
Limpiaste las heridas, las desinfectaste. Algunas fueron
zurcidas delicadamente por tus dedos sinceros.
Me ayudaste a encontrar la esperanza y la fe en mí misma
porque me hallaba perdida en el dolor, en el abismo.
Entraste a mi vida y pudiste hacerme ver que aún había
felicidad en los matices sin importar las cicatrices, hiciste ver que del dolor
también se aprende para ser más fuerte.
Y de pronto, sin que la luna y la luz lo advirtieran regresó
mi sonrisa al rostro, la luz a mis ojos, el color a mis labios rosados; recobré
la calidez de mi piel y el encanto por la vida, ¡regresó el amor por mí misma!
Entraste a acomodar mi existencia sin invadirla. Decidiste
ayudarme a sacar los demonios para aprender a convivir con ellos y no vivir de
ellos… jamás invadiste mi alma, sólo eras una maravillosa compañía.
Tras meses de la salvación y tu valiosa y amorosa amistad
con sentido podemos hacer el amor por las noches, tocar la guitarra, cantar y
acomodarnos en las noches estrelladas a beber té y platicar para que las
heridas no infecten el sentimiento y mucho menos nos dañen el corazón.
O_O. Leo éste lindo hilo de palabras después de la saga del ex-amor. A veces parece que se llega al pináculo de lo que uno puede sentir; pero eres chida; aunque ya te llevaron a la mayor cumbre local, el Citlaltépetl (4992)... existe el Everest (8848) n_n
ResponderEliminarY seguramente, algún día lo exploraré. :D
Eliminar