jueves, 1 de enero de 2015

La bandera de la Monu*

Se nota que días antes hubieron fiestas por todos lados, la basura en la calle lo refleja: máscaras, antifaces, botellas y latas de cerveza, una que otra calabaza tirada deja ver que Halloween ya pasó. 

En la esquina está el camión de la basura y cuatro perros alrededor, esperando un hueso o un pedazo de pan. Mueven la cola. Más adelante, cerca de la tienda de materiales de construcción está el gato atigrado tirado en la grava tomando el sol, unos rayos cálidos y tiernos, aunque el aire frío propio de esta zona alta de la Ciudad de México pega fuerte en las mejillas y sientes que te corta la piel. 

El gato echa miradas sin interés a su alrededor y comienza a limpiar su pata izquierda. El chico de los tamales grita “hay tamales, tamales calientitos: de dulce, de mole, de rajas. Ricos tamales oaxaqueños”, una y otra vez. Su triciclo es amarillo, al frente carga dos botes de aluminio y arriba una cubeta con vasos de unicel, rollos de papel de estraza, cucharas y bolsas de plástico. 

Las papelerías cercanas a la primaria se encuentran llenas. Los niños corren, las mamás van detrás de ellos. En la entrada se quedan muchas mujeres en pants, con tubos en el cabello, gorra, tenis, chamarras gruesas, platicando animadamente. Obstruyen el paso, no cabe un alma más en ese pedacito de banqueta. Una patrulla vigila de cerca la zona y un policía de tránsito modera el avance de los coches y permite a los niños pasar a la entrada de la escuela. Pocas son las tiendas que ya abrieron, aún es muy temprano. Pero los perros ya empiezan a buscar el alimento. 

Algunas mujeres bajan con pan y leche. El camión de ruta pasa demasiado lleno y deja enfurecidos a muchos que ya no pueden subir: unos esperan el siguiente, otros deciden caminar hasta la avenida principal. 

Al dar la vuelta, el camión del gas tomó el lugar del camión de basura y los perros ahora están echados al sol, en un pedacito de periódico, la portada sensacionalista de Metro, un niño pequeñito con uniforme de kínder lo acaricia, su mamá lo regaña y se van. 

Todo vuelve a la calma. El vecino quita los adornos de Halloween de su casa y lo sustituye por su clásica bandera de la Monu del América.

*Ejercicio del Taller de periodismo narrativo 

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