jueves, 27 de febrero de 2014

Hombro

Quisiera tenerte cerca en este momento - en el que la profesora habla y los alumnos la miran y yo pienso en ti: abrazarte, besarte y ver tu sonrisa perversa.
-¡Te voy a comer...!
- ¿Nos qué...?
- Jajaja, lo dudo. Eso tendría que verlo.
¿Sabes? Me gusta tu mirada, tu sonrisa; tus besos y tus mordidas en mi cuello, en mis hombros y el pequeño acercamiento a mis senos.
Miro de reojo mi hombro derecho, descubierto, y una pequeña mancha roja se vislumbra bajo el tirante blanco de mi brassier, aunque, bajo la manta de mis pensamientos, te llevo, no me concentro, ave de fuego.
Me controlo para no perderme en tus caricias besísticas en mi cuello. ¡Qué caricias! Han dejado eco en mi piel. Veo tus fotos y sonrío porque parece que tus imágenes tienen un mensaje secreto que sólo existe entre tu espalda y tu pecho, entre tus manos y hombros, entre tu abdomen y tus piernas. Entre la censura de la toalla...
Dime ¿quieres morderme?
Yo quiero morderte el cuello y hacerte, después, cosquillas.
Es que me gustan tus caricias y me encanta -literal- tu sonrisa.

[Marzo 2011]

lunes, 24 de febrero de 2014

Cuervo

Soy el viento intempestivo que viaja hasta cada rincón del planeta, soy el aire que aspiras, soy lo que no sabes que existe.
Soy todo lo que te rodea y no soy nada que puedas ver. Soy un viento helado que quema tu piel y soy, también, el viento refrescante del verano, ése que inunda todo tu ser.
Soy viento que viaja hasta el fin del mundo, soy aroma en movimiento, pensamiento, deseo, huracanes, vuelos, aves, amor, libertad, anhelos...
Soy quien mueve tu cabello, quien roza tu piel de manera suave para no marchitarla, soy aquél que besa cada parte de tu piel sin que lo notes, que baila al son del movimiento de tus caderas, soy quien besa tus mejillas lentamente, soy quien te conoce perfectamente, soy yo y nadie más que yo puede entenderte porque somos uno y dos, juntos y separados.
Soy el viento
Tú eres fuego
Brasas de pasión, allá voy

sábado, 22 de febrero de 2014

Mientras tú dormías

Mientras tú dormías con ella, yo no dejaba de pensar en ti, de contemplar la luna, imaginando que te alejarías de su calor para poder observarla, enamorado pensando en mí como lo hago yo ahora por ti.
Mientras tú dormías abrazado a ella, yo escribía esta declaración sacada de mi más profundo sentimiento, quitando todo razonamiento, dejando mi alma desnuda para que entiendas lo mucho que te quiero.
Mientras tú dormías besando la espalda de ella, yo lloraba amargamente esta pérdida. Una pérdida más grande porque no gané ninguna batalla, perdí la guerra por la conquista de tu amor.
Mientras tú dormías con ella y ella pensaba sólo en ti; yo no dejaba de odiarla por amarte tanto, por corresponderse y tenerte comiendo de su mano. Ella es tu ama, tú eres su esclavo y ¿yo? Sólo soy tu amiga (en vano).
Mientras tú dormías no dejaba de quererte, de pensarte y soñarte porque cada pensamiento que de mi mente nace está dedicado a ti y cada acción que realizo no dejo de pensar en ti, es sin fin.
Mientras tú dormías -¡con quién fuera!- yo no dejaba de aborrecerme por ser tu mejor amiga y no ser la protagonista de este cuento de terror o tragicomedia que me invento. Por ser tan cobarde como para no decirte (¡gritarte!) que te quiero con las fuerzas de mi corazón porque eres un hombre entregado, sincero, tierno, pleno, abierto y del cual me he enamorado como una idiota, como siempre lo hago, y cómo no hacerlo si es tan fácil enamorarse de ti a diario
... aunque pareciera
que nunca lo he hecho
[Para un amigo, 2010]

viernes, 21 de febrero de 2014

Catalizador

Miro las luces de la ciudad, las luces neón, las de color, las blancas y las que producen sombras obscuras, tan obscuras como el dolor de tu ausencia y tu presencia.
Paso calles, avenidas, callejones. Viajo por casi toda la ciudad y no te encuentro en ningún rostro de los que abordan el camión. No, tú ya no existes, te has ido, pero aún queda algo cerca del camino, tu recuerdo.
Tomo pastillas para olvidar cada parte de tu rostro dorado, de tu cuerpo, para borrar el timbre de tu voz, de tu risa.
Sacaré mis ojos para no verte jamás en las fotografías, no reconocerte en cada persona, no perderte entre mis anhelos y, así, te atraparé en mi mente.
De pronto te volviste el más bello desastre de mi vida porque eres mi vena, mi arteria, mi cabeza, mi corazón, mi dolor; eres la ausencia, la demencia, la elocuencia, mi rareza; eres lo desgarrado, la herida, mi sanación.
En cada uno de mis recuerdos me veo extrañándote en medio de la pista vacía, obscura, esperando que vengas y tú no llegas. Me hallo dando vueltas sola; sola bailando un vals desgarrador, solitario. De terror.
Eres la vena. Eres el dolor. Eres la herida. Eres el catalizador.
Eres todo... hasta el alcohol barato para olvidar quién eres tú.
... Y las luces no paran de brillar, sus destellos ¡no, no! No dejan de hacerlo... ¡debo irme!

[Escrito en 2010]

jueves, 20 de febrero de 2014

Carta a un caballero

Caballero:
Me pregunto si será correcto llamarle así por este medio. No lo sé, espero me lo diga usted.
Creo que se ha ganado ese título por ir de puerto en puerto probando las delicias que se le presentan en la puerta de su morada. Si es que eso es posible a usted jamás le falta el pan y el vino deliciosos en la cena, la carne condimentada en la comida y la leche fresca en el desayuno, usted jamás padece hambruna por eso le dicen caballero.
Le llaman caballero porque abraza como quien toma a la noche como su fiel compañera y a la luna por confidente externa. Sus ojos arrasan los bosques, guarda pinos y lagos, los cuales ofrece en cada mirada lasciva que avienta a su próxima víctima inocente.
No sé porqué le sigo diciendo "caballero" cuando me ha tomado el pelo. Sí, ¡el pelo! Las piernas, la espalda, los muslos, las caderas, los senos, me ha mordido los labios, el cuerpo y me sangró la razón. ¿Por qué llamarle caballero cuando usted me hirió las alas y mató la ilusión? No tiene sentido y yo no tengo razón. Usted, para mí, ya no es un caballero.
Un caballero no juega a las escondidas en un laberinto de rostros falsos de la sociedad contemporánea, no cierra las puertas de su castillo a la doncella que le ha ofrecido su pañuelo de seda azul al hombre que, seguramente, la enamoró. No.
No me venga con cuentos de que el caballo se lastimó. Lo sé todo, caballero. Usted gana corazones al por mayor, enamora, toma, roba, ultraja, vive, saquea y posee a cuanta joven se le pone en frente. No me mienta... todo se sabe en este pueblo tan pequeño.
Usted viene de tierras lejanas, pero el territorio es corto, los chismes corren rápido.
Ni se moleste en ofrecer una disculpa, no tendría caso. No me busque porque lo lincharía si vuelve.
Oh, caballero, qué triste es saberme una más de su lista de conquistas de puerta en puerta, haciéndose una víctima cuando es usted el verdugo. Pide agua cuando guarda vinos costosos en su cava de ébano. Limosnea pan cuando tiene en casa los más exquisitos banquetes de la zona. No se jacte de puritano que no le va. no le compro la idea.
No le digo que soy santa porque me comí su cuerpo y no me apena decírselo. Soy así y no me avergüenzo, caballero. Porque soy "la mejor mujer en el mundo", pero también me llegué a "sentir demasiado niña cuando estuve con usted".
Me confieso "nerviosa" para estar de nuevo entre sus brazos. Cosa que dudo pase, yo detesto las mentiras y usted lo sabe mejor que nadie, espero su memoria sea igual que su carácter "tan firme" y su mirada tan cambiante.
Caballero, qué triste es ver la realidad llena de patanería disfrazada de trajes de lino y zapatos de cuero. Camisas de seda y guantes de algodón. Espada dura y cabeza de teflón. Así es caballero, me da asco volverlo a ver. No sé si pueda soportar cada uno de sus engaños. Me siento decepcionada de usted y he llegado a creer que usted no es un caballero sino que usted es un simple hombre.

Como tantos otros, como tantos del montón.

[Para Alberto. Texto escrito en 2010]

lunes, 17 de febrero de 2014

El amor es un centro/Mario Benedetti

Una esperanza un huerto un páramo
una migaja entre dos hambres
el amor es campo minado
un jubileo de la sangre

cáliz y musgo / cruz y sésamo
pobre bisagra entre voraces

el amor es un sueño abierto
un centro con pocas filiales
un todo al borde de la nada
fogata que será ceniza

el amor es una palabra
un pedacito de utopía
es todo eso y mucho menos
y mucho más / es una isla
una borrasca / un lago quieto

sintetizando yo diría
que el amor es una alcachofa
que va perdiendo sus enigmas
hasta que queda una zozobra

una esperanza un fantasmita

[Mi campo minado eres tú con tu voz, tus sonrisas, tus provocaciones, tus vacilaciones
Dos hambres: mi deseo y tu deseo que no se han saciado
Un sueño abierto entre mis alas, mis emociones. 
La situación utópica de dos corazones y dos concepciones sobre el amor y la pasión; pero no quiero que este sentimiento que me nace por usted se me vaya, se me agote...] 

martes, 11 de febrero de 2014

No te enamores de una mujer...

"...No te enamores de una mujer que lee, de una mujer que siente demasiado, de una mujer que escribe... No te enamores de una mujer culta, maga, delirante, loca. No te enamores de una mujer que piensa, que sabe lo que sabe y además sabe volar; una mujer segura de sí misma. No te enamores de una mujer que se ríe o llora haciendo el amor, que sabe convertir en espíritu su carne; y mucho menos de una que ame la poesía (esas son las más peligrosas), o que se quede media hora contemplando una pintura y no sepa vivir sin la música. No te enamores de una mujer a la que le interese la política y que sea rebelde y sienta un inmenso horror por las injusticias. Una que no le guste para nada ver televisión. Ni de una mujer que es bella sin importar las características de su cara y de su cuerpo. No te enamores de una mujer intensa, lúdica, lúcida e irreverente. No quieras enamorarte de una mujer así. Porque cuando te enamoras de una mujer como esa, se quede ella contigo o no, te ame ella o no, de ella, de una mujer así, JAMÁS se regresa..."


Martha Rivera Garrido, poeta dominicana. 




lunes, 3 de febrero de 2014

La sepultura

"Y no es la primera vez que me hiere un dardo el corazón: ya tengo en la implacable herida del amor. Quiero que después de incinerarme no se me ponga la inscripción de: "Elisa, esposa de Siqueo"; que el epitafio de mi lápida sepulcral sea como sigue: "Eneas le dio el motivo de morir y la espada; Dido se mató, con su propia mano".

Alberto Manguel, Breve tratado de la pasión.