jueves, 12 de enero de 2012

Multicolor

¿Color? Variante. Con ella descubrí que había una categoría cromática de ese tipo.

La conocí en febrero cuando hacía frío en el campo. La conocí llorando. O por lo menos es el momento que más recuerdo entre ella y yo. En ese entonces, tenía el cabello rubio y siempre lo ha tenido largo, lo único que cambia por inercia es el copete, los broches y, naturalmente, el color.
Ella dice que la conocí en el camión; pero yo no le creo y, es más, no recuerdo ese momento en mi vida. Quizá fue porque su cabello no era del color adecuado para cautivarme; sólo recuerdo esas colinas, el sol muriendo, su piel blanca y sus lágrimas resbalando tristemente por sus mejillas.
Me gustaba su cabello cuando por naturaleza lo tenía rojizo. Voluble y amarrado en coleta aunque siempre me cautivaba suelto al aire o adornado con una diadema. Otros días era castaña, su look de invierno, así me gustaba que lo trajera atado con un hilito. Otra temporada parecía variar con la hora del día.
¿Y sabes? Sé que miento porque ella no cambiaba de color de cabello, no se teñía ni variaba de look, era yo quien la cambiaba, era yo quien veía en ella un cambio. Era yo quien la transformaba de acuerdo a la temporada.

domingo, 8 de enero de 2012

Coldplay - Viva La Vida



Esta canción me pone muy de buenas además de que tiene un excelente ritmo :)

Sobre el amor

                                                        “Ella no lo ama: lo usa. Él tampoco la ama: la desprecia.
Está enamorado de su sufrimiento y su sufrimiento es vano.
Vivimos con fantasmas y nosotros mismos somos fantasmas”
Octavio Paz en La llama doble, “Prehistoria del amor”.

Los males de amor no existen. Son creaciones profundas de nuestro ser fisiológico así que no culpe al otro de sus dolencias, son suyas y de nadie más y que, a veces, por la profundidad del sentimiento hacia el ingrato(a) es complicado erradicarlo y de ahí se deriva la tan famosa dolencia.
Casi siempre se busca una libertad común, una libertad compartida y, eso no existe, no es que yo lo diga, miles de personas me avalan, ya que los conceptos de libertad en el amor son distintos aún cuando los enamorados tengan una idea parecida, pero jamás llegan a un común denominador, “pues la libertad de hacer lo que se quiere es una frase desprovista de sentido cuando no se sabe querer algo”. Por ejemplo, aún con su concepto bien definido siempre habrá en una relación quien desea más, llevar las cosas más allá, establecer un compromiso o destruirlo por los celos, la posesión. Y en ambos casos, puede llevar al sufrimiento porque, en el primer caso, se le obliga o se siente obligado a cumplir y, en el segundo, por lo abrumador y desgastante que puede llegar a ser.
Y es que querer o amar a alguien nos resulta complicado ya que no surge al mismo tiempo –no es por generación espontánea y sincronizada–, ahora, imaginemos, si no nace ese sentimiento a la par ¿cree que pueda dejar de sentirse en un mismo instante? Reflexione: ¿amar sin ser amado? Jodido ¿no?
Y es que para tener un amor libre, no sólo es erradicar diversos males, prejuicios, valores, etiquetas es como intentar ser iguales y eso, desde cualquier punto de vista, es imposible. No se asuste, mejor acomódese y disfrute del viaje de la vida, si le rompen el corazón, use cinta adhesiva y cree su propia concepción, correcta o errónea, del amor, de su amor y viva.

Una chaqueta mental o del vacío, el amor y etiquetas.

¡Mierda! (¿Creías que iba a empezar con el “erase una vez”? ¡Típico! …además, aburrido) De nuevo esta maldita sensación de vacío. Vacío y desprecio hacia esos rostros. Míralos… tan indiferentes, me parecen todos iguales. Son autómatas, sí, eso son. Camino intentando encontrar un poco de color en sus ojos, en sus labios… ¡ah, creo que no tienen alma! “Taquilla”. Ahí están las autómatas por excelencia, sí, sí, ésas que te venden los boletos del metro y ni te dicen: “gracias” mucho menos responderte un saludo amable o una simple sonrisa. No te hagas ilusiones.
Ay, de ilusiones ni hablemos. Ésas me tienen el corazón roto, los ojos hinchados y la cabeza caótica de pensamientos. Todo es revoltijo en mi interior por creer en los amores y sólo tener desilusiones. ¿Qué la culpa es del amor? Lo dudo (y mucho), a ese bato no le guardo rencor, a fin de cuentas, juegan en su nombre, apuestan en su honor y huyen por temor o por otro amor. Bah, da igual ¿sabes?
Pobre Cupido siempre le echan la culpa de las tonterías que se hacen, dizque, en nombre del amor. El amor: algo tan complejo como las palabras porque cuando te digo “estoy rota” es porque estoy rota ni despostillada ni quebrada; R-O-T-A. Creo que de chiquita me caí de cabeza hartas veces, así que no me culpes, por favor ¿vale? Y es que mi rotez parece de genética; yo digo que más bien venía incluida en el paquete del crecimiento y la madurez. ¡Qué cabrones! Yo jamás pedí crecer, era re cómodo ser escuincle, me cae. O de menos ponerle una etiqueta: “marca ACMÉ” (porque si algo aprendí del coyote es que esta marca era un fiasco, como él, claro) o “frágil. Manéjese con cuidado” o “bajo su propio riesgo” o, muchísimo mejor aun, “veneno: puede causar vómito, diarrea, angustias, penas, tristezas el crecer”.

Aunque ¿sabes? Tampoco le escupo la cara a Crecer porque ha sido bien divertido, un amante extraño. Sí, sí he tropezado, la he cagado en más de una vez, he huido, he llorado, pero ¡ah, cómo lo he gozado! Es como la piruja favorita: sabes que es de todos y; sin embargo, la gozas como nadie. Es que esta vida es como el tequila: el primero, raspa; los demás, poco a poco, se van como agua. Y aún sigo pensando que esos idiotas son unos autómatas, que el amor está libre de culpas, que estoy rota y que el crecer lo he hecho mi puta favorita. ¿Que si me disculpo? Lo dudo, pero, por si las moscas… ¡jamás exigiré sus disculpas!